En 2001, publiqué en la revista Oiga un artículo que cuestiona en tono irónico la relevancia del famoso «Manual de Urbanidad y Buenas Maneras» de Manuel Antonio Carreño. Publicado en 1854, este tratado dictó durante años las normas de comportamiento social en América Latina, desde cómo comportarse en la mesa hasta las reglas para interactuar en público. Sin embargo, con el paso del tiempo, muchas de estas reglas se sienten desfasadas y, en algunos casos, absurdas.

El texto pone en perspectiva algunas de las instrucciones más sorprendentes del Manual de Carreño, como la prohibición de sonreír abiertamente en público o la recomendación de no cruzar las piernas al sentarse, normas que, en su época, se consideraban esenciales para mantener el decoro. Estas reglas, que entonces regían la vida en sociedad, hoy en día se perciben como curiosidades históricas que reflejan cuánto han evolucionado nuestras costumbres.


CULTURA CÍVICA

¡Q.E.P.D. Carreño!

Por: Daniel Contreras M.

Si encontráramos a Don Manuel Antonio Carreño, venezolano y autor del Manual de Urbanidad y Buenas Maneras, caminando por nuestro histórico Jr. de la Unión, sin duda lo veríamos en una preocupante turbación frente a nuestras ya muy establecidas actitudes. Le invitaríamos a tomar un café en nuestra casa y de seguro, regresaría con placer por donde vino, por los confines del tiempo. Han pasado 150 años, señor Carreño, ¡quédese nomás en su tumba!

En 1854, M. A. Carreño publicó en Venezuela su famoso Manual de Urbanidad y Buenas Maneras, texto que no sólo se convirtió en referencia obligada en su país sino en todo el continente.

Hoy, al revisar el libro, infinitas nos parecen sus reglas, incumplibles y engorrosas, por no decir imposibles. Muchas de sus reglas han muerto en el abismo de lo cotidiano, por no decir, el olvido colectivo. Cerca, cerquísima de nosotros, aquellas reglas que en un tiempo fueron indispensables, ahora son rotas.

Han pasado más de 150 años y por supuesto, las reglas que el manual ofrecía a la sociedad del siglo XIX no pueden ser las mismas en este tercer milenio. A continuación, sólo algunas que consideramos imprescindibles para demostrar que Carreño ya fue.

El manual

Don Manuel nos tiene preparadas muchas sorpresas. En primer lugar, nos habla del cuidado para con uno mismo: «No acostumbraremos llevar la mano a la cabeza, ni introducirla debajo de la ropa por ningún objeto, y menos rascarnos. Todos estos actos son indecorosos y altamente inciviles. También son actos asquerosos eructar, limpiarse los labios con la mano después de haber escupido y el mismo acto de escupir, que sólo personas poco instruidas creen imprescindible.”

“Hay quienes al eructar acostumbran dar por sí mismas vueltas hacia un lado, lo cual es añadir una circunstancia todavía más repugnante y ridícula al acto mismo. El que se ve en la desgraciada necesidad de eructar debe hacerlo callada y delicadamente”.

Como vemos, medio mundo está en la lupa. Pero dejemos que Don Manuel siga: «No tomemos nunca asiento en la mesa antes que lo hayan hecho nuestros padres, o cualesquiera otras personas de mayor respetabilidad que nosotros. El pan viene a la mesa en pequeños pedazos y rebanadas; y para ir tomando la parte que hayamos de llevar a la boca, asiremos el pan con la mano izquierda, y lo dividiremos con la derecha, sin emplear nunca el cuchillo y sin separar jamás la miga de la corteza. Son actos extraordinariamente impropios y groseros, el aplicar el olfato a las comidas y bebidas, así como el soplarlas cuando están en un alto grado de calor».

Del vestido en la casa

“No está, pues, permitido a un hombre el permanecer en casa sin su corbata, en mangas de camisa, sin medias, ni con los pies mal calzados. En cuanto a la mujer, en quien debe lucir siempre la mayor compostura de su hombre, el desaliño dentro de la casa dará muy mala idea de su educación. Son actos impropios y vulgares: poner un pie sobre la rodilla opuesta; estornudar, toser con fuerza, rascar o hacerse sonar las coyunturas. No aparezcamos habitualmente en las ventanas que dan a la calle sino en horas de la tarde o noche. Una persona en la ventana fuera de estas horas se manifiesta entregada a la ociosidad o al vicio de una pueril o dañada curiosidad.”

“Humedecerse los dedos para hojear libros o papeles ajenos, es falta de aseo. En la calle los movimientos del cuerpo deben ser naturales y propios de la edad, sexo, y demás circunstancias de la persona. Gravedad en el anciano, sacerdotes, magistrado; suavidad y decoro en la señora; modestia y gentileza en la señorita; moderación y gallardía en el joven. No fijemos detenidamente la vista en personas que encontremos, ni en las que se hallen en sus ventanas, ni volvamos la cara para mirar a las que ya hayan pasado.”

“Respecto de interjecciones y palabras que expresen admiración y sorpresa o cualquier afecto del ánimo, cuidemos de emplear aquellas que la buena sociedad tiene proscritas, como caramba, diablo, demonio y otras más vulgares.”

“Siempre que nos encontremos de pie, mantengamos el cuerpo recto, sin descansarlo. Es incivil situarse tras una persona y estar curioseando en el mismo libro, revista o papel. Por último, no debe incurrirse en la vulgaridad de deprimir las cosas del tiempo presente, considerándolas inferiores a las de los tiempos pasados».

Y en esto le hacemos caso a Don Manuel, nos quedamos con nuestra época, viviendo el presente, derechito al futuro y dejando atrás el pasado, con un notable ¡cero en conducta!. (D.C.M)

Publicado en la revista Oiga, Lima, 15 de agosto de 2001


2 comentarios en “Urbanidad en el Siglo XXI: ¿Qué Nos Dice el Manual de Carreño?”

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