En los primeros años de la década del 2000, gracias a la recomendación de Enrique Cortéz, inicié mi colaboración en el Diario Oficial El Peruano, específicamente en el suplemento cultural IDENTIDADES. Esta publicación, que se destacó como un importante espacio de divulgación y reflexión cultural, reunió durante su tiempo de existencia a una variada gama de autores, desde escritores e investigadores peruanos hasta figuras internacionales. Hoy es un suplemento de colección.

Junto a Enrique y Giancarlo Stagnaro, formamos un equipo dedicado a la edición semanal del suplemento. En ese extraño local de la avenida Alfonso Ugarte nos encargábamos de la coordinación de las colaboraciones, además de la redacción de artículos, reportajes, breves investigaciones, reseñas de exposiciones y de libros, así como entrevistas.

Entre las diversas notas que realicé, hay una que hoy cobra especial relevancia: la realizada al poeta chileno Carlos Trujillo en el 2005. Trujillo llegó a Lima para presentar su poemario Palabras. En aquella conversación, aborda temas profundos como la enseñanza en Estados Unidos, las características y desafíos de los estudiantes en un contexto internacional, y su experiencia como creador fuera de su país natal.

Además, ofrece una visión crítica y enriquecedora sobre la poesía peruana. Este diálogo, que sigue resonando hoy en día, subraya el impacto y la relevancia continuada de su obra en el panorama literario actual, especialmente considerando su candidatura al Premio Nacional de Literatura 2024 en Chile.


Viaje al país de la lengua

Ganador del Premio Pablo Neruda en 1991, Carlos Trujillo es un poeta y literato chileno que hace poco presentó en Lima su poemario Palabras. Asimismo, nos ofreció un punto de vista distinto sobre las relaciones poéticas entre América Latina y el gigante del norte.

Por: Daniel Contreras M.

Es chilota. Es decir, chilota de Chiloé, isla a mil 200 kilómetros al sur de Santiago de Chile. Lo que significó doble aislamiento: en la periferia de la periferia, frente al todopoderoso centralismo de la capital, un eterno provinciano de Castro entre culturas diferentes. Carlos Trujillo posee una asombrosa hoja de vida en lo referente a la creación, difusión, y docencia poética tanto en su panislamista como en Estados Unidos.

Desde las difíciles épocas de la dictadura se ha dedicado a abrir campos. Primero fue la arremetida en Santiago de la poesía hecha en provincia y actualmente, siguiendo la misma esencia, se ha dedidado a introducir la creación poética de esta parte del continente en la enseñanza universitaria estadounidense, al igual que varios peruanos.

Considera que, pese a las diferencias que las fronteras y las distancias nos obligan a vivir, los latinos llevamos dentro un país común, que es nuestra lengua.

DE ISLA CHICA A ISLA MAYOR

¿Cómo sobrevive la poesía en español en un país donde conviven tantos idiomas y culturas?

—Te diría que no sólo sobrevive, sino que hay un crecimiento geométrico. Un ejemplo: el Departamento de Lenguas Clásicas y Modernas de la Universidad de Villanova, donde enseño, tiene diez lenguas y éstas, una cantidad de miles de estudiantes. Pero el español es más del cincuenta por ciento de todo. Es decir, las otras nueve lenguas no logran llegarle ni a la mitad; por lo tanto, no hay competencia. Además, el crecimiento de la población hispana en Estados Unidos es enorme, obligando a los norteamericanos anglosajones a incluir, por fines laborales, el español en sus estudios. Eso implica que el interés por la lengua sea mayor, creando la necesidad de más académicos en las universidades.

Afortunadamente, la mayor parte de estos profesores es hispanoamericano y escritor; en su mayoría, son poetas peruanos, chilenos y argentinos. Uno hace siempre lo que más le gusta, de modo que la promoción de la poesía es permanente, así como el interés por conocer más y más nombres.

¿Por parte de los estudiantes estadounidenses?

—Absolutamente. Para ello se deben romper tabúes, como el que la poesía es difícil. Cuando llegué a la Universidad de Pennsylvania, recuerdo que le dije al jefe de departamento, un argentino, que quería iniciar un taller literario. «Mirá, Carlos, sé que has tenido talleres exitosos en Chile, pero acá la gente tiene otros intereses», me respondió. Pasó un mes, teníamos tres talleres y se publicaba una revista. En Villanova, donde ocurrió lo mismo, el número de estudiantes máximo permitido por clase es de veinte. En un año tuve cuarenta y dos. No me dividieron el curso y nunca en nuestro departamento hubo una clase tan grande estudiando poesía hispanoamericana. Hemos roto amarras, pese a que son muchachos que no trabajan en su lengua materna.

Al año dicto por lo menos dos cursos de poesía en los que nunca faltan mis grandes maestros: Vallejo y Huidobro. Es tanto el interés por los autores, que por primera vez en mi vida de profesor he terminado un curso para el programa graduado y el de pregrado, en el que tuve que sacarlos para que entre, por ejemplo, Roberto Juarroz. Creo que el estudio y el conocimiento de la poesía latinoamericana en general están en buen pie.

¿En el plano personal, es difícil para un poeta latinoamericano trabajar en Estados Unidos?

—Sí y no. Mi gran angustia inicial fue: ¿por qué tengo que ir a darle clases a los estadounidenses? Pero al darlas, confirmé que el profesor es profesor y que sus estudiantes son estudiantes sin apellidos ni nacionalidad. Empecé a comprenderlos y luego a quererlos, porque me di cuenta de que los pobres —sin ironías— muchachos norteamericanos nunca han descubierto las enormes falencias de su educación. No saben nada del resto del mundo y nunca han oído de la política externa de su país. Para ellos es un golpe descubrir que se les ha negado una parte importante del conocimiento del mundo. No sabes cómo, al saberlo, lo reconocen y los transforma.

Así que en vez de pensar que estoy dando clases en un país agresivo, que nos ha tratado permanentemente mal, a estudiantes que irán a tratarnos probablemente de la misma manera, pienso que no, que tenemos la posibilidad mediante los profesores latinoamericanos y extranjeros que no se olvidan de dónde provienen, de enseñarles en sus propias aulas lo que es su país y cuál es la verdadera historia.

¿Cómo percibe la poesía peruana?

—Más allá de diferencias creadas por la política e intereses económicos y nacionalistas, siempre ha existido un gran contacto entre poetas chilenos y peruanos. El país que nos une es la lengua. Perú es un país de gran tradición poética, de modo que su poesía nunca ha dejado de estar en buen pie. Al igual que los mexicanos, poseen una gran base histórica: la belleza de las materias vividas a lo largo de su historia. En esa base sólida la poesía no tiene por qué decaer.

Existen poetas de buen nivel y el nivel no lo hace uno. Un poeta no nace del vacío, debe tener una plataforma de la cual lanzarse. Tengo la más completa seguridad de que la poesía en el Perú seguirá por los cauces que abrieron los grandes. Y no lo digo porque estoy en su país.

Publicaco en el suplemento Identidades, del diario oficial El Peruano, Lima, lunes 22 de agosto de 2005


Carlos Alberto Trujillo Ampuero (nacido en 1950 en Castro, Isla de Chiloé, Chile) es un poeta y profesor universitario destacado por su influencia en la poesía contemporánea. Fundador del Taller Literario Aumen y su revista en Chiloé, ha continuado desarrollando y dirigiendo talleres y publicaciones literarias en Chile y en los Estados Unidos.

Trujillo es reconocido por su papel fundamental en la creación de la poesía contemporánea en Chiloé, junto a otros escritores y artistas durante las décadas del 70 y 80.

En 1991, recibió el Premio Pablo Neruda, un reconocimiento a su aporte significativo a la literatura.

Su poesía, traducida a inglés, italiano, portugués, serbio y ruso, figura en numerosas antologías tanto en Chile como internacionalmente.

Trujillo ha participado en recitales y conferencias en diversos países, incluyendo Canadá, Colombia, Costa Rica, El Salvador, España, Hungría, México, Uruguay, y la ex Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas.

Desde hace casi dos décadas, ejerce la docencia en la Universidad de Villanova, Estados Unidos, donde actualmente es Director del Programa de Post-grado en Estudios Hispánicos. Su labor académica y su continua contribución a la literatura lo destacan como una figura clave en el ámbito de la poesía hispanoamericana.

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