Entre los meses de octubre y diciembre del año 1999, la Municipalidad Metropolitana de Lima, a través del Centro de Artes Visuales (CAV) dirigido por el crítico Luis Lama Mansur, organizó la II Bienal Iberoamericana de Lima. Como parte de este evento, se realizó un homenaje especial: la primera exposición retrospectiva dedicada al poeta peruano Luis Hernández Camarero (1941 – 1977), hoy una figura firme y emblemática de la poesía peruana.
La exposición tuvo lugar en la sala de exhibiciones del Museo del Convento de Santo Domingo de Lima, un espacio cargado de significado histórico, cultural y artístico. Este video es el registro completo y sin editar de aquella exposición, ofreciendo una mirada auténtica al devenir del legado poético de Hernández.
Las imágenes fueron capturadas por Gianinno Corvetto, quien, con su cámara de video VHS, realizó distintas grabaciones cuando era estudiante de la Escuela de Arte de la Universidad Nacional Mayor de San Marcos. Estos registros, sin duda alguna, son ahora valiosos documentos visuales de la década de 1990, preservando momentos únicos y memorables de la historia cultural de Lima.
Rescate y acreditaciones
La importancia de rescatar y preservar el archivo audiovisual de las últimas décadas del siglo XX no puede ser subestimada. Un ejemplo: Gianinno Corvetto documentó uno de los actos más importantes en la carrera de la artista peruana Elena Tejada: su performance «Recuerdo», realizada en 1998 en el Patio de Letras de la Universidad Nacional Mayor de San Marcos. Nos enteramos de su autoría recientemente. Y así se lo comunicamos a Micromuseo (al fondo hay sitio), proyecto importantísimo de praxis museal que de inmediato agregó los créditos de Gianinno Corvetto en su sitio web: https://micromuseo.org.pe/videos-en-cabina/recuerdo/
Acreditar y reconocer la labor de quienes han documentado aquellos hechos que registran la evolución del arte y la cultura en Perú, es una necesidad que la historia exige a los historiadores del arte.
El video, que hoy compartimos en exclusiva, no solo rinde homenaje a Luis Hernández, sino también a la labor incansable de aquellos que, como Gianinno Corvetto, han dedicado tiempo de su vida a capturar y conservar imágenes del arte peruano para las futuras generaciones.
Canal Museal compartirá próximamente más registros del Archivo Corvetto.
Texto de la exposición
(Convento de Santo Domingo, 26 de octubre al 19 de diciembre de 1999)
Aunque cinco ediciones y más de dos décadas han pasado desde que se hiciera el primero de varios intentos porque la obra de Luis Hernández salga del reducido círculo en que se difundió originalmente, lo cierto es que ésta aún espera su presentación en sociedad.
Ello se debe en gran parte, a la fuerza de la leyenda que el tiempo y un medio proclive a privilegiar, mistificaron y tejieron en torno a su figura. Un mito cuyas proporciones no han dejado lugar para que la obra de Hernández (de la cual en todo caso debía depender la leyenda y no a la inversa) hable por si sola -y lo que es más lamentable aún, entorpeció su transcendencia geográfica al pretender supeditar la recepción de su poesía al manejo de códigos propios del contexto que ayudó a perpetuar el mito.
De igual modo, como la leyenda convoca a la leyenda, tras la muerte de Hernández se adoptó casi en forma automática la creencia de que su obra no podía trascender, dada su singular naturaleza, el circuito cerrado de su difusión primera: los cuadernos. Es decir, se asumió que el medio era necesariamente el mensaje, que los cuadernos no sólo contenían la obra sino que eran la obra.
Consecuentemente, la noción de publicación -indispensable para el enjuiciamiento crítico de una obra literaria se tomó siempre como inejecutable e impracticable por el hecho de no garantizar la reproducción de detalles concebidos para un espacio poético distinto, pero cuya estricta pertinencia no ha podido demostrarse. Y la debatible creencia de que la poesía de Hernández no puede sobrevivir a sus manuscritos ha ocasionado también que sus libros póstumos pidan usualmente disculpas por su falencias en lugar de exigir que se valore su contenido.
Naturalmente a estas alturas resulta lógico preguntarnos, ¿por qué hacer, entonces, una muestra cuyo motivo principal son justamente los cuadernos de Hernández?. La primera y quizá mas obvia razón es que este proyecto posibilita un nuevo encuentro con una obra practicante inaccesible, pues con sus ocho ediciones agotadas casi en su totalidad el único otro punto de contacto lo constituyen los cuadernos, que por su calidad de ejemplares únicos, se hallan fuera del alcance del público. Es bastante conocida la manera en que la obra de Hernández se ha «resistido» con el tiempo, a transitar el circuito literario tradicional. Ejemplo de ello son los distintos percances que, en un caso, estropearon la grabación magnetofónica del único recital que diera el poeta y, en otro causaron que de los 1,000 ejemplares proyectados para la edición de 1983, vieran la luz menos de 150.
La segunda razón puede plantearse en forma sencilla a través de la siguiente apreciación del escritor Edgar O’Hara: «En Hernández como en ningún otro poeta de la Generación del 60, podemos asistir al taller mismo de la escritura”. En efecto, rara vez tenemos la ocasión de presenciar dónde nace un poema, de modo tan claro como en los cuadernos de Luis Hernández. Acostumbrados como estamos a habitar el extremo final del circuito que recorre una obra literaria, los cuadernos nos permiten descubrir una dimensión diferente, estados preparatorios y reescrituras que narran la evolución de un poema, conviviendo con epígrafes, pentagramas, recortes y dibujos que en numerosos casos pueden remitirnos al origen de los versos. Así, los manuscritos de Hernández muestran, además del tejido acabado, el telar en que se produjo. (La analogía, sugerida por el Dr. Max Hernández, no es gratuita, no olvidemos que texto y tejido provienen de la misma raíz latina, textum: al igual que un paño es producto del encadenamiento de hilos, la escritura lo es del encadenamiento de ideas).
La presente exhibición de Luis Hernández constituye, por tanto, no sólo un acercamiento a su considerable artesanía verbal, sino también al tejido mismo de su poesía, a la fábrica -entendida en su acepción inglesa, fabric: textura, tenido, y castellana: taller que gestó (y en que se gestó) parte importante de una renovación poética cuyas huellas y posibilidades se mantienen vigentes hasta hoy.
Hace exactamente treinta y tres años, una insólita reseña, escrita a propósito de Las Constelaciones, iniciaba diciendo: «Ya casi nos habíamos olvidado del poeta Luis Hernández… “. El tiempo se ha encargado de aseguramos que eso no sucederá; sin embargo, aunque no hemos olvidado a Hernández, su leyenda ha provocado que a veces olvidemos leerlo. Esta muestra, pues, es una invitación a hacerlo.
Texto acompañante de la exposición «Homenaje a Luis Hernández». Sin autoría. Publicado en el catálogo de la II Bienal Iberoamericana de Lima, editado por la Municipalidad Metropolitana de Lima y Bellsouth (1999). Archivo Canal Museal.