Cerro San Cristóbal: El Apu Usharu que resistió al tiempo
En 1969, Lima se estremeció con una noticia inusual: el Vaticano había eliminado a San Cristóbal —patrono de los viajeros— del santoral católico. El debate estalló: ¿debía el cerro que llevaba su nombre desde la Colonia renombrarse como Santa Rosa de Lima? Medio siglo después, en 2025, el Cerro San Cristóbal sigue firme, resistiendo no solo al olvido, sino también a un pasado colonial que intentó borrar su identidad original: el Apu Usharu, la montaña sagrada que custodiaba el valle de Lima mucho antes de que los españoles pisaran estas tierras.
Antes de la llegada de los españoles, el valle de Lima estaba protegido por sus apus, montañas consideradas divinidades en el mundo andino. El cerro que hoy llamamos San Cristóbal era el Apu Usharu, un guardián espiritual que conectaba a las comunidades con la tierra, el agua y el cielo.
Sin embargo, con la conquista, este legado fue sepultado. Los españoles rebautizaron el cerro como San Cristóbal, en honor al santo que, según la tradición, cargó al Niño Jesús sobre sus hombros. Este acto no fue ingenuo: era parte de una estrategia sistemática para reemplazar las creencias locales con símbolos católicos.
Este proceso de «cristianización» de los espacios sagrados ocurrió en toda América, donde huacas, cerros, ríos y bosques fueron rebautizados con nombres de santos y vírgenes. Como señaló el historiador Juan Carlos Estenssoro, «la colonización espiritual fue tan violenta como la militar».
1969: Cuando el Vaticano «choteó» a San Cristóbal del mapa
El 10 de mayo de 1969, el diario Última Hora publicó una noticia que generó revuelo entre los fieles limeños: el Vaticano había eliminado a San Cristóbal, entre otros santos, del calendario litúrgico. La razón era clara: muchos de estos santos carecían de evidencia histórica sólida, y sus historias se basaban más en leyendas que en hechos verificables. Para los limeños, la noticia no solo era religiosa, sino también cultural. San Cristóbal, el protector de los viajeros y transportistas, daba nombre al cerro que domina la ciudad desde el distrito del Rímac.
El entonces alcalde rimense, Percy Hartley Román, propuso cambiar el nombre del cerro a Santa Rosa de Lima, en honor a la primera santa de América, cuya devoción traspasa fronteras. Sin embargo, el proyecto no prosperó. ¿Por qué? La respuesta parece estar en la profunda conexión que los limeños tienen con su geografía y su historia, pero también en la ironía de que, tras siglos de imposición religiosa, el nombre de San Cristóbal se había convertido en parte de la identidad limeña.
Una santa universal, pero no para nuestro cerro
Canonizada en 1671, la devoción a Santa Rosa de Lima se extiende desde Filipinas hasta España, y su nombre ha sido asignado a cerros, ciudades y parroquias en todo el mundo. En Perú existe el Cerro Santa Rosa en la región de Piura, un lugar de peregrinación y fe. Sin embargo, en Lima, el intento de renombrar el Cerro San Cristóbal como Santa Rosa no encontró eco.
¿Fue acaso que el cerro ya tenía una identidad propia? ¿O por qué, en un país con un Estado laico desde la Constitución de 1979, resultaba poco oportuno imponer un nombre religioso a un espacio tan icónico? La discusión, aunque breve, dejó en evidencia las tensiones entre tradición, religión y modernidad.
El proyecto olvidado: la Basílica que nunca dominó Lima




Entre 1930 y 1948, Lima estuvo a punto de obtener su monumento definitivo: una Basílica de Santa Rosa en la cima del Cerro San Cristóbal. Concebida como respuesta al Cristo de Corcovado, este coloso de estilo mestizo -con hornacinas trapezoidales y perfiles escalonados– habría sido visible desde el Morro Solar hasta la Isla San Lorenzo.
El arquitecto Manuel Piqueras Cotolí (1929) y el urbanista Pedro Paulet (1933) lideraron el diseño, mientras Héctor Velarde desarrolló los planos definitivos. La influyente Anita Fernandini, la mujer más acaudalada de Lima, respaldó el proyecto buscando convertir el cerro en un «pedestal sagrado».
La polémica surgió por su estilo indigenista, tachado de «herejía arquitectónica» por sectores conservadores. Mientras El Arquitecto Peruano alababa su fusión cultural, críticos rechazaban su ruptura con la estética colonial.
¿Y el Apu Usharu? La deuda que persiste
Hoy, mientras el San Cristóbal aún nos domina, muchos se preguntan: ¿podríamos recuperar su nombre original? Para algunas asociaciones civiles, entre ellos el Colectivo Apu Usharu, asentado en el Barrio de Santa Leticia, en las faldas del cerro, esto sería un acto de justicia histórica. En Cusco, por ejemplo, varios apus han recuperado sus nombres quechuas en mapas oficiales. ¿Por qué no en Lima?
La respuesta, como siempre, se nos escabulle. Por un lado, está el peso de la tradición: San Cristóbal ya es parte del imaginario limeño. Por otro, está la urgencia de reivindicar un pasado borrado. Como reflexiona la antropóloga María Eugenia Ulfe: «Los nombres no son neutros: son políticos. Decidir cómo llamamos a un lugar es decidir qué historia contamos».
El proyecto de renombrarlo como Santa Rosa no solo enfrentó resistencia popular, sino también logística. Los planos y documentos de la época, que pueden encontrarse en archivos digitales, muestran que la propuesta nunca llegó a materializarse.
El San Cristóbal: memorias de fuego y poesía

Fue en los años ochenta. Esperaba un bus en Chaclacayo para retornar a Lima cuando la noche tranquila se rompió: apagón total, explosiones de dinamita, fogatas moviéndose como puntos de luz frenética en el cerro cercano. Desde el paradero, vi cómo esas llamas se organizaban hasta formar la hoz y el martillo —Sendero Luminoso escribiendo su manifiesto en las laderas—, como si la montaña misma fuese un periódico clandestino.
Poco después, ya en Lima, el Cerro San Cristóbal repetía el mismo guion. Desde mi ventana en Breña, vi arder sus laderas con idénticos símbolos. El diario La República capturó una de esas noches.
En 2014, al ingresar como curador de exposiciones temáticas a la Casa de la Literatura Peruana, el San Cristóbal resurgió en mi vida, pero ahora como aliado creativo. Mi primer proyecto fue Noé delirante, homenaje al poemario de Arturo Corcuera. El libro, escrito en 1963, imaginaba un arca varada en un cerro de Chaclacayo, repleta de memorias y bestias literarias. Decidí trasladar esa metáfora al San Cristóbal: las criaturas de Corcuera viajarían simbólicamente desde las laderas íntimas del poeta hasta este Apu limeño.


Con los artistas Elliot Túpac y Daniel Cortez, plasmamos ese viaje onírico: las criaturas del poemario descendían desde el cerro hasta la sala, como si el Apu las hubiera custodiado por décadas. Arturo, con su mirada cómplice, aprobó la metáfora: el San Cristóbal como puerto final de un arca cargada de recuerdos.
Años después, a finales de 2024, en la Sala 105 de Canal Museal en Casa Fugaz, Monumental Callao, junto a Teresa Arias, curamos la exposición de Edgar Macedo, «APU USHARU. Espíritus del cerro San Cristóbal».
La noticia de 1969
Compartimos ahora un artículo publicado en Última Hora, en Lima, el 10 de mayo de 1969:
Cambiarán Nombre al Cerro S. Cristóbal por Santa Rosa
Tremenda conmoción causó hoy en Lima la noticia procedente del Vaticano y difundida ayer, en virtud de la cual han sido eliminados treinta santos de los altares de la Iglesia Católica, en especial San Cristóbal, Santa Bárbara y Santa Catalina.
Como se sabe, San Cristóbal es un santo que se ha adentrado profundamente en el espíritu religioso de los peruanos y en especial los limeños. Este Santo es adorado por los choferes y transportistas, quienes lo consideran su protector.
El cerro en la mira vaticana
El histórico cerro que domina la capital del Perú lleva precisamente su nombre, que acaba de ser eliminado por una reforma del Santoral, producto de una Reforma Papal dada en Roma.
«Realizaremos consultas con el vecindario y el Arzobispado para estudiar cambiar el nombre o ratificarlo como San Cristóbal. Si se decide el cambio, sería Santa Rosa, en honor a la Patrona de América».
– Percy Hartley Román, Alcalde del Rímac
La fe inquebrantable
«Los santos destituidos no serán arrinconados; simplemente permanecerán en su trono, donde el pueblo católico puede ir a elevar sus plegarias», expresó el vocero a Última Hora.
La destitución de los santos en varias partes del mundo católico se basa en la Reforma Santoral, que entrará en vigencia a partir del primero de enero próximo y fue dada a conocer ayer.
Nueva gloria para San Martín
Por otra parte, los peruanos recibieron con profunda emoción la disposición de la Santa Sede, en virtud de la cual San Martín de Porras ha sido elevado a la categoría de los santos que son objeto de veneración universal en el mundo católico. Hasta ayer, solo Santa Rosa de Lima constituía la única representante de América.
Trasfondo histórico
El 3 de noviembre, que es la festividad de San Martín de Porras, será celebrada en todo el orbe, por disposición de un Decreto Papal que introdujo una serie de reformas en la Iglesia Católica. Esta disposición entrará en vigencia desde enero de 1970.



Mi cerro
En 2025, el Cerro San Cristóbal sigue dominando no solo el horizonte de Lima, sino también nuestra historia. Junto al río Rímac, el eterno «Hablador«, se manifiesta como un testigo silencioso del devenir de la ciudad. Para muchos, es un punto de guía; niños perdidos han encontrado su camino a casa usándolo como referencia.
Desde su cima, la textura urbana se despliega terrosa, extendiéndose en todas direcciones: creciendo hacia arriba como dientes afilados y hacia los lados como huaycos imparables. Hacia el oeste es posible ver el mar cuando hace buen clima. Esta sagrada montaña es observadora, muda del paso de nuestras vidas; mientras nosotros venimos y nos vamos, cambiando con el tiempo, ella permanece. Ese es su verdadero poder.
¿Sabes quién diseñó la Cruz del San Cristóbal?

Óscar Zagazeta Valderrama, nacido el 10 de octubre de 1879 en Lima, fue el constructor de la emblemática Cruz de hormigón que hoy corona el cerro San Cristóbal. Esta obra, que reemplazó a la antigua cruz de hierro forjado, fue iniciativa del sacerdote franciscano Francisco Aramburú, quien organizó una colecta pública para financiarla. Con el apoyo del presidente Leguía, Zagazeta ganó la licitación y llevó a cabo la construcción, dejando un símbolo perdurable en la ciudad.
Además de la Cruz, Zagazeta fue un pionero en la infraestructura limeña, construyendo carreteras como la Panamericana Sur y la vía Lima-Canta, así como puentes y túneles en la cuenca del río Rímac. Tras la caída de Leguía, enfrentó dificultades económicas, pero su legado sigue en pie. Falleció el 27 de abril de 1940 y descansa en el Cementerio Presbítero Maestro.