Corría el año 2001, y trabajaba como editor de la sección cultural en la ya desaparecida revista OIGA. Era una época vibrante para el arte en Lima pues el siglo empezaba arrastrando experiencias culturales de trascendencia, como las Bienales iberoamericanas y nacionales, entre muchas otras.
Mi labor consistía en documentar el movimiento cultural limeño y peruano a través de más de diez páginas dedicadas a la cultura. Entre los muchos talentos que emergían en esa época, uno en particular captaba la atención: Christian Bendayán (Iquitos, 1973), un joven artista que comenzaba a hacer ruido en la escena gracias a los premios Pasaporte para un Artista y el de la Fundación Telefónica los cuales había ganado recientemente.
Recuerdo claramente cuando la galería Wu Ediciones, ubicada en Barranco, inició la difusión de su exposición individual, titulada «Tropical». Con mi pequeña cámara digital y una grabadora de bolsillo me dirigí hacia la galería para entrevistar a este artista que luego empezaría a dejar su huella en el panorama cultural.
Lo que sigue es el resultado de aquella conversación, un testimonio de época y de la frescura, energía y creatividad que caracterizaron a Bendayán en sus inicios.
CHRISTIAN BENDAYÁN EN WU EDICIONES
TROPICAL PINTA
Por: Daniel Contreras M.
Esta vendría a ser su octava individual, la tercera en Lima, pues nacido en Iquitos y autodidacta por decisión propia, confiesa cierto amor por aquella marginalidad que transita por las ciudades. Aquello que habita al borde de las acciones son los elementos que componen su obra: travestidos, la muerte y sus lápidas, mujeres en paraísos fosforecentes, propios de la paredes de un bar. Christian Bendayán (1973) inaugura muestra Tropical.
Ganador de la última versión del concurso Pasaporte para un Artista, el pintor Christian Bendayán parte para Francia por cuatro meses, en plan de estudios gracias a la beca otorgada en el certamen. Pero antes de ello, y tomando como motivo el reunir tanta obra dispersa y expuesta en diversas colectivas y concursos, Bendayán expone Tropical en la galería Wu Ediciones de Barranco.
Allí conversamos con Christian frente a la obra que ganara el premio del público en el IV Concurso de la Fundación Telefónica titulado Lu.Cu.Ma. (Luis Cueva Manchego), aquel personaje gordo y central que toma cerveza entre la parafernalia de la cultura popular y urbana.
Ello es motivo para preguntarle acerca de la historia del tríptico donde muchos vieron representado a Chacalón, el cantor tropical-andino de los barrios, y no estaban tan lejos de digamos. Bendayán nos cuenta la historia de Lu.Cu.Ma, pintor popular, y en palabras de Christian un psicópata, que pasó 25 años en cárcel, antisocial cuyo pasado y oficio se vincularon con la pintura.
Pintor de paredes interiores de bar, de fachadas y tapabarros de camiones. Hace treinta años Lu.Cu.Ma. fue más o menos conocido y hasta llegó a frecuentar a un grupo de pintores de la capital pero algo sucedió en el camino y decidió dedicarse a la vida peligrosa para convertirse en una suerte de hijo pródigo del arte, el llamado popular, marginal. Y por ese sendero va la obra actual de Christian Bendayán, no camino a la cárcel por supuesto, peso sí a la afinidad de las estéticas.
Por ello, es entre Lima e Iquitos que transcurre el tránsito de Bendayán, con temporadas en la calurosa ciudad y otras en la capital, pintando, tomando referentes para sus obras que ya considera fácilmente identificables por la gente.
Pero es allá, en la selva, donde inició su aún joven carrera, y donde Christian tiene contacto con ese pequeño trio de maestros que definieron su estilo, conjugando lo marginal con «lo culto»: Lu. Cu.Ma., Saquiray y Julio Walter Guevara, más conocido como Piero. Estos tres pintores han intervenido en el proceso de creación de varias muestras de Bendayán y participado en la realización de algunas de ellas y, es más, la penúltima individual de Christian, estuvo dedicada íntegramente a ellos.
Contemplando la obra de Bendayán, las lápidas con la conocida inscripción «no estoy muerto, moriré el día que nadie me venga a ver», sus travestis, todos amigos del pintor, sus escenas que parecen surgidas de las toallas del verano o de los tapabarros de los camiones de ruta interprovincial, toda una estética nostálgica de décadas pasadas, nostalgia que aún arrastramos por el color fosforescente que se percibe en cierta antropología que el pintor emprende.
Y sí, Bendayán nos confirma acerca de la presencia de aquella antropología «casera» y nuevamente volvemos al tema Iquitos, a ese cambio de ánimo que sucede cuando se encuentra allá, y a esa posibilidad de acercarse a lo que más le interesa. Tiene muy en claro todo ello y confiesa que es en esta nueva individual Tropical, donde más interviene su ciudad natal.
Autodidacta, también tiene en claro su posición frente a las escuelas de arte, sobre todo tomando en cuenta el nivel de las que existen en Iquitos. Él decidió, luego de haber pasado por algunos talleres, buscar para su obra el camino más difícil, la libertad necesaria para desarrollarse, y nunca, intentar igualar el estilo de algún maestro que tiene aquello, como forma de calificar al alumno.
Y así empezó su carrera, no con los elementos que ahora lo caracterizan, sino en un terreno mucho más íntimo, donde intervenían sus romances, su religión, su familia, hasta devenir al encuentro que comentamos hoy, las fachadas, interior de bares y murales, marginalidad llevada a terrenos «cultos» y almanaques multicolores de pared, etcétera.
Otro asunto que Bendayán tiene en claro, es que todo artista necesita y urge de un desarrollo que venza el estancamiento en el que caen muchos artistas: la búsqueda de un crecimiento y transformación. Por ello no seguirá en la misma estética: quizás no sepa bien hacia donde dirigirá su camino en el futuro, pero está profundamente seguro que ello, el producto, será algo completamente distinto.
Tropical, la última individual de Christian Bendayán, se lleva a cabo en la galería Wu Ediciones, Sáenz Peña 129, Barranco.
(Publicado en la revista Oiga, Lima, 26 de enero de 2001)