Suplemento Identidades

Artículo publicado en el suplemento Identidades, del Diario Oficial El Peruano, el lunes 5 de diciembre de 2005.

Edición especial
Año VII – N° 328

◈ Nota del Editor ◈

Un edificio blanco e imponente se levanta en el cruce de los jirones Camaná y Ocoña. Para la mayoría, es la esquina del movimiento cambiario; para pocos, el lugar donde hace 150 años se ubicó el encuentro de las calles Urrutia y Pilitricas. De ahondar más en aquel pasado, sabríamos, inevitablemente, que en el número 188 acontecían, durante algunos miércoles, eventos singulares hasta avanzadas horas de la madrugada.

Si retrocediéramos a 1876, al revisar El Nacional encontraríamos una de esas crónicas redactadas por periodistas que consideraban lo sucedido allí como el mejor modelo de buena sociedad: las fiestas de la inteligencia. Veladas literarias.

Un grupo singular, digno de una instantánea. Ricardo Palma, Clorinda Matto de Turner, Mercedes Cabello, Manuel Atanasio Fuentes y Teresa González de Fanning, reunidos junto a otros personajes —celebérrimos o desconocidos— en una misma habitación, no resulta inverosímil. Acudían al epicentro de la creación cultural, participando en su promoción, difusión y debate dentro de una ciudad embriagada por ilusiones de modernidad y progreso. Un núcleo en expansión que derribaba las murallas coloniales que lo constreñían.

A fines de la década de 1870, muchos artistas y escritores peruanos (e hispanoamericanos) volvieron la mirada hacia el pasado. La corriente romántica —ya desarrollada con fuerza radical en Alemania e Inglaterra, y luego en el resto de Europa— había incorporado tardíamente parte de su repertorio de leitmotivs en nuestro contexto.

Veladas literarias
«Acudían al epicentro de la creación cultural, participando en su promoción, difusión y debate dentro de una ciudad embriagada por ilusiones de modernidad y progreso. Un núcleo en expansión que derribaba las murallas coloniales que lo constreñían»

FUERZAS EN CONTACTO

El siglo XIX es un período complejo en el ámbito literario. Su supuesta pobreza y esterilidad son preconceptos que persisten debido al escaso estudio de sus fuentes. La riqueza creativa real, sin embargo, la hallamos profusamente dispersa en decenas de revistas culturales y secciones de diarios, fundamentales para la difusión de las letras.

Entre los semanarios, es necesario destacar La Bella Limeña, El Correo del Perú, El Ateneo, La Revista de Lima, La Neblina, Lima Ilustrada y El Perú ilustrado —este último dirigido durante un año por Clorinda Matto de Turner—, así como El Álbum y Alborada (impulsada por Juana Manuela Gorriti), entre otras que definieron las características de esta época.

En los linderos del siglo XIX, diversas fuerzas entran en fricción. Un movimiento liderado por mujeres emerge para reclamar su espacio, marcando el ámbito cultural y social de la ciudad no solo mediante publicaciones, sino también a través de reuniones donde los protagonistas del ambiente literario participaban en hitos concretos de la historia de las letras peruanas. Esto, en particular, redefinió el papel de la mujer en el Perú decimonónico, tradicionalmente confinada al hogar.

A diferencia de las feministas de otras latitudes, las mujeres vinculadas a este círculo no centraron su discurso en la igualdad política o el sufragio. En cambio, decidieron abrir por sí mismas las puertas a un nuevo oficio: la escritura. Para lograrlo, fue necesario crear un espacio propicio donde exponer sus ideas, en un clima de renovación y fervor patriótico impulsado por la recién instaurada República y la paz social vigente. No obstante, estaban en vísperas de la Guerra del Pacífico.

LAS TERTULIAS DE JUANA MANUELA

Alrededor de estas tertulias giró la vida y las expectativas de nuestra sociedad cultural. Según consta en El Nacional, la primera velada literaria en casa de Juana Manuela Gorriti se celebró el 19 de julio de 1876. Estas reuniones se prolongaron hasta un año después, cuando la anfitriona regresó a su país natal. Como testimonio, queda su libro Veladas literarias de Lima (Buenos Aires, 1892), que incluye diez de las veladas, los trabajos leídos, así como las crónicas y comentarios de la prensa local.

Documento Histórico
Documento histórico
«Interior del libro «Veladas literarias de Lima» (Buenos Aires, 1892)»

Juana Manuela Gorriti, escritora argentina exiliada de Bolivia por motivos políticos, nació en 1818 en una hacienda de Salta. Llegó a Lima en 1840 con sus hijas Edelmira y Mercedes. En poco tiempo, alcanzó un lugar prominente en los círculos intelectuales.

Para sostenerse económicamente, Gorriti fundó en su hogar una escuela primaria y un colegio para hijas de familias adineradas. Consagrada como escritora en su país y con varias obras publicadas, inició colaboraciones en semanarios como El Liberal, Iris y La Revista de Lima.

A partir de 1876, su actividad central fue la organización de veladas en su casa, radicalmente distintas a las tertulias amenas de años anteriores. Estas reuniones contrastaban incluso con las del Club Literario, dominado por hombres.

Retratos de Juana Manuela Gorriti
Retrato literario
Retrato histórico
«Juana Manuela Gorriti, escritora argentina exiliada de Bolivia por motivos políticos, nació en 1818 en una hacienda de Salta. Llegó a Lima en 1840 con sus hijas Edelmira y Mercedes. En poco tiempo, alcanzó un lugar prominente en los círculos intelectuales.»

Lo privado y lo público se entrelazan. Una crónica periodística compara estas veladas con los salones europeos de los siglos XVII y XVIII. Sin embargo, el contraste es evidente: en la Lima del XIX, las mujeres planteaban los temas y lideraban las discusiones. «El debate con sus propios colegas hombres y el desarrollo de una opinión femenina son prácticas que construyen modelos de lectores y lectoras en un campo abierto, cuyos efectos es necesario organizar», señala Graciela Batticuore en El taller de la escritora. Veladas literarias de Juana Manuela Gorriti (Beatriz Viterbo Editora, 1999).

ENTRETELONES

Abelardo Gamarra, «El Tunante», debutó en la velada del 21 de septiembre de 1876 al bautizar nuestro baile costeño como marinera. El inventor Pedro Ruiz Gallo presentó los planos de su célebre reloj —hoy perdido—, y la joven Clorinda Matto de Turner recibió aplausos en febrero de 1877. En otra jornada memorable, Teresa González de Fanning declaró: «Pedir para la mujer no la emancipación, sino, pura y simplemente, el derecho al trabajo».

Mercedes Cabello, por su parte, subrayó el rol de la literatura como forjadora de fraternidad nacional y latinoamericana. En casa de Gorriti, jóvenes escritoras debutantes —acompañadas de sus madres— compartían escenario con figuras consagradas.

Estas veladas fueron el escenario del movimiento literario femenino peruano del siglo XIX. Gracias a ellas, las escritoras lograron ser escuchadas, acceder a un incipiente campo cultural y participar no como objetos, sino como sujetos activos.

Continuadas luego por Clorinda Matto de Turner, las veladas se convirtieron en un mecanismo socio-político que consolidó el discurso de género de las intelectuales de la época. Una estrategia que les permitió ingresar con éxito a la vida pública: un momento cumbre del feminismo hispanoamericano.

LA COCINA ECLÉCTICA

Gorriti tuvo una vida intensa, siempre ligada al ámbito femenino. Vale la pena explorar tanto los libros que se han escrito sobre ella como sus propias obras. Entre estas destaca Cocina ecléctica, una recopilación de recetas donde abundan las dedicadas a la gastronomía peruana, incluyendo platos hoy desaparecidos. Desde sopas teólogas —con receta firmada por Clorinda Matto de Turner— hasta un estofado de corvina aportado por Mercedes Cabello.

Como ejemplo, he aquí el platillo «Migas» de Teresa González de Fanning:

«En media libra de grasa de chancho, fría manualmente dos cabezas grandes de cebolla picada, cuatro dientes de ajo molido, una cucharada de pimentón y sal al paladar. Cuando la cebolla haya tomado color, se echan a esa salsa cinco panes medianos remojados en leche, exprimidos y desmenuzados. Revuelva constantemente para evitar que se quemen. Tras el primer hervor, incorpore media libra de queso fresco picado. Antes de retirar la miga del fuego, agregue seis yemas de huevo batidas. Sirva con relieves de aceitunas y trocitos de yuca hervida.»

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