POESÍA DE ALFONSO CASTRILLÓN | EL ESCUDO | 1958

CASTRILLÓN, Alfonso. El escudo. Lima: Talleres Gráficos P.L Villanueva S.A., 1961.
EL ESCUDO
MADRE, en el silencio de la casa, oigo tu bondad desparramarse. Oigo el llamado desde tu entraña tibia.
(Madres de hoy, de ayer, se de vuestros engaños y de vuestras celadas de cariño y de vuestras rondas por destruir los hijos, la cinta de cariño que ahorca sus cuellos)
Madre, cuándo podré levantar mi torre y hacer mi propia guardia. Cuándo, en el frío, podré rechinar los dientes y sentir hambre y llorar. Siento que hasta ahora tu lo haces por mí.
En el silencio de la casa corres imaginariamente por las habitaciones, secas el sudor de mi frente, adormeces todos mis sueños y quemas con tu cariño las velas de mi barca.
Desde tu refugio he sentido el viento sobre mi pecho trayendo el mensaje de la soledad.
Desde tu entraña te quiero más esta noche.
A Anna Fieni
AL recuerdo de tí en la tarde, sal y arena para los que aman el mar y el azul repentino que se duplica en las miradas haciendo limpias aguamarinas.
Al recuerdo de ayer, pasado y primavera juntos haciéndose una grande flor, convoco mi canción. La alegría en la espera y la resignación de ser yo mismo, entusiasmado, un nuevo hombre de mar, barca carcal y remo, corriendo a su locura.
Y la ansiedad de ayer por descubrir el sol, hermano de la primavera. De ayer y el mar, a espaldas del secreto, buscando estrellas rojas y arena tersa y blanca para pedir por fin la confesión.
Y la venida, así, de tu secreto, puesto al centro, entre mis hombros, como una marca luminosa.
La venida de ti, para correr entre las olas cogiendo azules astronomías. La venida de mí a mi mismo como esta primavera que invade los sitios más oscuros.
Así, mi canto no reconocerá fronteras y las tuyas y el sueño, quien seas, ermitaño del sol. Hoy mi canto es una lluvia que se abre en blancas celosías y mi sonrisa un marco para tu posible tristeza.

SI pudiera esperar hoy…
Aunque no sea más que un pensamiento lejano que cobrara importancia para ocupar el lugar de otro gran pensamiento. Para tomar el lugar de un gran secreto, para superar el paso a la confesión, que muda, espera su parte cuando me digo: «Si pudiera esperar…”
CREO en mi curación, hermano de la niebla, hoy día, sin oponerme.
Y me ofrezco, tomando de mí la ilusión y la espera que los días pasados, y la tristeza que fue a un lado conmigo pareja siempre, brazos y alas para la huída. El corazón, tan él, que era difícil darle un nombre.
Por fin yo mismo, imprevisto, ordenando las viejas leyendas, haciéndome solo a las miradas, conociendo un poco, paso a paso, el corazón de los que van conmigo.
UNA visión, sí,
y ya la tarde
comienza a cristalizarse.
Qué paz entonces
y qué de palomas blancas.
Una visión, y por una visión
qué cosa no daría
cuando la tarde no responde
y toda evocación se pierde
en mariposas.
Madrid, agosto 1960.

LA noche después de ti y un canto confundido
puso rosa
y lucero
y esperanza,
en el mundo que había construído.
Ahora, me digo, vendrá siempre la noche con este regalo fabuloso… Después de ti la noche se prolonga haciendo un álbum de las sensaciones.
He abierto la ventana, así, y mi gesto puede repetir su sonido. Cuando digo “viento”, mi voz sale por un marco de madera, perfora un momento tibio y se hunde en la más cercana claridad.
Advierto esta facilidad de mi voz y la rapidez con que se pierde en el aire y repito cuanta palabra se me ocurre. “Ahora, viento nuevamente, alusión”. Cuando, digo amor, no sé por qué he sentido la necesidad de cerrar la ventana.
MADRE,
desde mi soledad te llamo hoy, voz y viento para mi secreto. Desde mí mismo te he buscado imaginariamente por mis sueños y no te he encontrado.
Era el momento de levantar mi propia torre y hacer guardia y llorar. No hay una barca que retorne sobre las mismas aguas.
Desde mi soledad te llamo haciendo que todos mis sentidos te busquen y hoy te encuentro, nubes y mar en la espera, amor y amor de los que vuelven.
Parma, 1960.
LEVANTÉ mi escudo, ocultándome del sol,
Había vencido.
Mi rival, tendido en el suelo, era un halo de oscuridad, sombra de sombras.
Mi victoria, sin embargo, me parecía desigual. Había visto los ojos inteligentes del hombre que frente a mí se debatía, su pensamiento a flor de ojos, cada uno de sus movimientos en el ataque. Conocí de antemano sus intenciones. Comprendí que no daba un paso en falso y que mis movimientos eran estudiados con rapidez asombrosa.
Comprendí que me aventajaba.
Ante este pensamiento una ola de ira subió por mis venas y haciéndome de valor le di muerte.
Mi victoria era desigual. Lo admito. ¿Pero no viene a ser lo mismo después de todo? Ante esta desigualdad pienso que la fuerza nos viene muchas Veces como un regalo de los dioses. Es necesario aprovecharla.
LOS POEMAS NO FECHADOS PERTENECEN AL CONJUNTO PREMIADO POR LA UNIVERSIDAD CATOLICA EL AÑO 1958.
SOBRE EL AUTOR

Alfonso Castrillón Vizcarra (Lima, 1935) crítico e historiador del arte, investigador, museólogo, curador, docente y escritor, es considerado pionero en metodizar la crítica e historia del arte y la museología en el Perú. Castrillón fue director fundador de la galería del Banco Continental, promotor de la primera maestría en el país sobre Museología y Gestión Cultural, así como responsable de la revista Illapa Mana Tukukuq y miembro del jurado que otorgó, en 1975, el Premio Nacional de Cultura al retablista ayacuchano Joaquín López Antay, hecho que desató una interesante polémica en el medio intelectual limeño. Ha publicado numerosos artículos en diarios y revistas de Lima, la mayoría de los cuales se encuentran editados en su libro ¿El ojo de la navaja o el filo de la tormenta? (Lima, 2001).
