Entre espacios vacíos y memorias vívidas:
la presencia a través de la ausencia en la fotografía

La boda (1956) | Robert Doisneau (Francia, 1912 – 1994)

La relación entre las personas y la fotografía la percibo como un fascinante juego de presencias y ausencias, que se manifiesta de manera única en cada imagen capturada. Al observar las dos fotografías al inicio de la página, ambas del genial fotógrafo francés Robert Doisneau, una con personas participando en una boda en 1956 y la otra sin ellas, se abre ante mí, y espero que también ante ti, un universo de significados entrelazados y duales. Como mencionamos al principio, se trata de la interacción entre lo que está presente y lo que está ausente. Esto crea una dinámica intrigante que invita a reflexionar sobre la profundidad y complejidad de la fotografía como medio de expresión

En la primera fotografía, la presencia de las personas es palpable. Un grupo humano que hasta se siente que se puede coger dentro de un puño. Sus gestos, expresiones y la interacción entre ellos nos sumergen en el momento capturado, conectándonos con la vida rural que se despliega dentro del encuadre. Sin embargo, al contemplar la segunda imagen, donde el escenario aparece vacío de presencias humanas, la ausencia se transforma de manera inevitable, en el foco de nuestra atención.

Pero aquí radica la maravilla de la fotografía: en ella la ausencia no implica un vacío absoluto. Ahí esta la misma casa y el mismo pasto, el árbol detenido en una tarde sin viento, la misma bicicleta apoyada en el muro, la misma caja del fotógrafo sobre el pasto, pero la presencia de lo ausente solo se manifiesta a través del recuerdo y la memoria asociada con la primera imagen.

Es a través de esta memoria visual que las personas, aunque no estén físicamente presentes en la segunda fotografía, se vuelven presentes de una manera diferente, a través de nuestra mente y nuestra conexión emocional con la imagen que nos ha impactado. Eso mismo sucede en la vida diaria, cuando uno regresa a un barrio o lugar y ya no están las casas que estaban hace unos años, ni las mismas esquinas, ni la misma gente… se piensa de pronto ¿y ahora quién asume el papel del narrador de estas épocas que todos prefieren olvidar? ¿Quién llena ese vacío?

Por eso la fotografía se promocionaba en sus inicios, en el siglo XIX, bajo el lema de “los que amamos con cariño, preservamos su sombra” cuando los fotógrafos de la Cia. Kodak ofrecían sus servicios postmortem.

Habiendo usado este lema como autor en dos publicaciones impresas ya hace algunos años (Santos Inocentes, y El Incidente), hoy sigo entendiendo que la maravilla de la fotografía radica en su capacidad para trascender la realidad tangible y es en ese proceso, el de convertirse en un medio que nos permite experimentar la presencia de lo ausente, donde hay mucho más, mucho más que una simple reflexión como la mía.

Solo sé que en una foto, siempre estará ahí lo ausente que remite, casi como sombra, para liberar lo presente que fascina y capturar el pasado, que maravilla.

Por ejemplo, aunque el fotógrafo Doisneau no esté físicamente presente en la segunda imagen, su influencia creativa perdura, ya que la cámara siempre requerirá de alguien como él, o como nosotros, que la active, que capture el instante y lo transforme en una imagen que perdure. Por lo menos, hasta hoy.

¿Quieres un resumen, como te dije al principio? pues la fotografía nos enseña que la presencia y la ausencia son conceptos interrelacionados y que la magia de este arte radica en su capacidad para evocar emociones y despertar recuerdos, haciendo que lo ausente se vuelva presente en nuestra experiencia visual y emocional.


Robert Doisneau (1912-1994) fue un fotógrafo francés y pionero del fotoperiodismo. Es conocido por su fotografía de 1950 Le baiser de l’Hôtel de Ville (Beso en el Hotel de Ville), que muestra a una pareja besándose en las calles de París. Esta foto lo hizo mundialmente famoso, aunque también ha sido polémica. Doisneau retrató todo el siglo XX en las calles de París. Sus fotografías son conocidas por su transparencia y por captar las cosas pequeñas y divertidas de la vida diaria que normalmente pasan desapercibidas.

Él prefería llamarse pescador de imágenes.


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