Es invierno en Lima y en esta época del año florecen los sakura frente a la Residencial San Felipe, en el distrito de Jesús María. Cuando vimos la invitación de los artistas Vanessa Sanz y Pancho Guerra-García para pintarlos en un taller al aire libre y gratuito, inmediatamente nos anotamos. Solo teníamos que llevar nuestros pinceles, acuarelas y cartulinas.

Llegamos puntuales al taller y lo primero que vimos fue a un pequeño pero entusiasta grupo ya instalado con sus bancas, tableros y materiales de arte frente a un frondoso sakura. Nos contaron que la semana anterior habían hecho un “casting” de árboles; el escogido tenía mejor composición, producto quizá de la naturaleza o de un jardinero empeñoso que lo podó pensando en la armonía de sus abundantes ramas y en la caída natural de los ramilletes de flores intensamente rosadas.
¿Sabías que los sakura son conocidos también como flor de cerezo o cerezo japonés? En las culturas de Oriente simbolizan la belleza efímera y la fugacidad de la vida, recordándonos la transitoriedad de la existencia. Al mismo tiempo representan la renovación, la esperanza y la delicada belleza que renace cada primavera.


Pancho Guerra-García ya había comenzado sus apuntes del árbol. Con la maestría que lo distingue, sus acuarelas mostraban sakuras coloridos y expresivos. En esta sesión trabajamos dos piezas: la primera, con un fondo de franjas celestes y amarillas, marcada por pinceladas más sueltas; la segunda, sobre un fondo celeste, partía de un dibujo previo. Yo inicié con unas manchas de azul intenso, y Pancho, al ver mis avances, me animó con una frase sencilla pero estimulante: “sabes dibujar”.



Cada cierto tiempo, el maestro se acercaba a observar lo que iba logrando. Me recordaba que en estas acuarelas “las reinas son las flores” y que debían resolverse con la técnica del puntillismo. Para darles más movimiento, me mostró cómo lanzar gotas de pintura golpeando suavemente el pincel. La pintura, con su propia lógica de azar, aportaba un efecto de dinamismo a la composición.
Nos señaló que el grueso tronco del árbol tenía la forma del mapa de América del Sur, y en efecto así se veía. Nos animaba a dibujar directamente con el pincel, resaltando la importancia de la espontaneidad en el trazo. Finalmente, con puntos blancos dimos el toque final a nuestros sakura.

“En esta sesión trabajamos dos piezas: la primera, con un fondo de franjas celestes y amarillas, marcada por pinceladas más sueltas; la segunda, sobre un fondo celeste, partía de un dibujo previo.”
En Pancho Guerra-García reconocemos su vocación por enseñar, su generosidad al compartir técnicas y su gozo en el acto de pintar. No se trata de copiar la naturaleza, sino de crear imágenes de lo que más nos atrae del sakura. Lo aislamos de los edificios y del ruido de la ciudad, le añadimos un cielo de colores propios. Y aunque esa mañana Lima amaneció más gris que nunca, el arte nos transmitió alegría y nos permitió, por unos instantes, liberarnos de la realidad.

Pero estábamos en la vía pública, y mientras el maestro compartía sus enseñanzas y anécdotas del mundo del arte, algunos vecinos de la Residencial San Felipe se acercaban a preguntar si también podían pintar. Otros transeúntes, que pasaban por primera vez, aprovechaban para pedirle indicaciones sobre cómo llegar a cierto lugar o qué bus tomar. Él, siempre con una sonrisa, atendía a todos sin incomodarse. Y nosotros, felices, disfrutábamos de aquella experiencia de arte y aprendizaje.


2 comentarios en “Crónicas de arte / Entre acuarelas y sakuras con Vanessa Sanz y Pancho Guerra-García”
Me encanta! Que súper experiencia!
¡Qué alegría que te haya encantado! 😊