Sebastián y Augusto Salazar Bondy, vuelan sobre Lima.
La crisis de la lectura es real. Cada vez son menos las personas que suelen acudir a ella como hábito, costumbre o simple parte de la vida. Y si hablamos de los niños y los jóvenes, el panorama se vuelve más desolador aún.
La preocupación es real, como los muchos intentos por parte de los organismos encargados de la promoción de la lectura, cuyos esfuerzos lamentablemente pueden llegar a parecernos vanos, utópicos, románticos. ¿O estaremos abordando mal el problema?
Esta situación no es de ahora, si no, la arrastramos desde hace mucho tiempo.
Diana Maceda Sotomayor, coordinadora de la exposición Sebastián Salazar Bondy. El Señor Gallinazo vuelve a Lima, expuesta el año 2015 en la Casa de la Literatura Peruana bajo la curaduría de Daniel Contreras M. realizó un texto sobre un artículo publicado por Salazar Bondy en 1958, titulado: La lectura, la vida y la muerte (Lima, diario La Prensa, 29 de mayo de 1958, p. 12), en el cual resume el panorama de aquel momento:
“En la década del 1950-1960, la industria editorial en el Perú empezaba a mostrar mejoras, gracias a la Ley de Promoción Industrial no. 13270 emitida por el Congreso de la República, la cual brindaba ventajas tributarias. Esta ley fue aprobada en 1959 durante el gobierno de Manuel Prado. En este contexto, aparecieron los libros editados por Enrique Congrains bajo el sello “Círculo de novelistas”; las series del Patronato del Libro Peruano bajo la dirección de Manuel Scorza con el auspicio de Manuel Mujica Gallo; y la colección de literatura infantil Nuevos Rumbos, dirigida por José Bonilla Amado y editada por Juan Mejía Baca. Sin embargo, el público lector no aumentaba. Por lo que, una de las propuestas de los editores fueron los festivales del libro, como los organizados por el mismo Patronato del Libro Peruano. Además, cada capital de departamento empezó a organizar sus propios festivales.
Sebastián Salazar Bondy, quien acababa de ganar el Premio Cabotín y, por lo tanto, era considerado uno de los mejores articulistas en el Perú, redacta en el diario La Prensa un artículo titulado La lectura, la vida y la muerte (Lima, 29 de mayo de 1958, p. 12), en el que describe y analiza brevemente lo que denomina “la crisis del lector”. Salazar Bondy plantea que el problema radica en el modo en que se le enseña a leer a los niños. Coherentemente con sus ideas, ese mismo año, publica dos libros que pretenden ser parte de la solución: Cuentos infantiles peruanos, antología, como parte de la colección Nuevos Rumbos, y Arte milenario del Perú, editado por el entonces Ministerio de Educación Pública en la serie Biblioteca del Estudiante Peruano.” (http://www.casadelaliteratura.gob.pe/sebastian-salazar-bondy-y-la-crisis-del-lector/)
Los hermanos Salazar Bondy disfrazados de gitanos.
Es precisamente del primer libro, Cuentos infantiles peruanos, que extraemos el texto introductorio titulado Prólogo para el niño, en el cual Sebastián Salazar Bondy se dirige a los niños antes que inicien la lectura de los 12 cuentos recopilados y comentados por Salazar.
Sus palabras, entonces, llegan a nosotros transmitiendo el cariño e interés que la edad infantil provocaba en el autor de Lima, La Horrible. También su preocupación y temor ante esta difícil situación que nos sigue aquejando.
Compartimos el texto mencionado, siendo esta, la primera vez que es publicado en Internet.
PRÓLOGO PARA EL NIÑO
Leer no es solo pronunciar correctamente las sílabas agrupadas en palabras y las palabras agrupadas en oraciones y frases. Es algo más. Todo escrito debe proporcionarte dos bienes: un placer y una lección. El placer que brinda la bella del estilo y la lección que representan las verdades que aprendes de su contenido.
Leer es soñar despierto. Al abrir un libro inicias un viaje por paisajes distintos a los de todos los días. Y casi sin darte cuenta, te llenas de saber. Los escritores describen personajes, lugares y sucesos para expresar alguna novedad profunda sobre el hombre y la vida, que es imposible descubrir mientras se trabaja, se conversa o se juega. Para ello inventan historias. Estas historias te ayudan a comprender el mundo y a enterarte de cómo hay que estar en él.
Algunas de las historias que figuran en este libro son tomadas de la antigüedad y parecen, gracias a la habilidad del autor, el relato de alguien que las vivió o que las vió vivir. Son las leyendas. Otras ocurren entre animales y plantas, que se comportan como seres humanos, pero animales y plantas son ellos el disfraz que ocultan a cierta clase de personas. Son las fábulas. Por último, hay historias que son aparentemente reales, con personajes del presente, iguales a nosotros. Son los cuentos. En todas hay símbolos, es decir, bellas mentiras que reflejan una verdad, gracias a lo cual no son propiamente mentiras.
Los escritores, para dar más interés y encanto a sus invenciones, emplean imágenes. Las imágenes son los milagros de la palabra. Gracias a la imaginación (así se llama el poder de crear imágenes) pueden hablar el zorro y el cuy, el sol se convierte en un hombre gordo y rubio, el clavel se enamora de la rosa, y la montaña marcha a grandes trancos. En estas maravillas del arte debemos creer los lectores como creemos en esos seres extraños que parecen habitar nuestra mente cuando pensamos, cuando recordamos, cuando dormimos. Tales prodigios son obra de la inteligencia, esa fuerza capaz de transformarlo todo.
Admira lo que tienen de hermoso e instructivo estos cuentos. Si no los comprendes, pide que te los expliquen. Si hay una palabra que no entiendes o una idea que te resulta oscura, absurda o tonta, indaga por su significado ante tus padres o tus maestros. Consulta, si ellos no te satisfacen, los diccionarios (pide que te compren uno, si no lo posees). No te queda nunca con una duda. Pregunta siempre, porque preguntar es tu derecho. Recuerda que no hay nada en el universo que no esté al alcance de tu inteligencia. Estás en la edad en que te preparas para ser adulto y es preciso que lo sepas todo.
El conocimiento que se adquiere en los libros es más valioso que el dinero, las joyas o los metales preciosos, pues hace rico el espíritu, esa parte invisible y real del hombre que nunca muere. Cuando cierres la última pagina de este libro es probable que seas dueño de verdades que antes ignorabas. Además, el placer que estas leyendas, fábulas y cuentos te hayan proporcionado acrecentará tu afición a la lectura. Pide, entonces, más libros, tal como pides más dulces, más juguetes, más caricias.
(Sebastián Salazar Bondy, Cuentos infantiles peruanos, Lima, Perú, agosto de 1958. Editorial Nuevos Rumbos)
José Bracamonte Vera. Sebastián Salazar Bondy. Fotografía sobre trupán. Colección Privada. Esta fotografía le fue obsequiada por el mismo Bracamonte a la señora irma Lostanau, viuda de Salazar. Esta imagen reproducida forma parte también del Archivo Sebastián Salazar Bondy, que custodia la señora Lostaunau. El original fue exhibido en «Sebastián Salazar Bondy. El señor Gallinazo vuelve a Lima» y se encuentra en una colección privada.
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