En un rincón histórico de Lima, entre las calles de Filipinas y Jesús Nazareno, hoy conocidas como jirón Antonio Miró Quesada y jirón Carabaya, se erige un recuerdo gastronómico de frescura y sabor ya desaparecido: «La Imparcial, heladería y bodega».

El hallazgo de un poema anónimo, fechado el 22 de diciembre del año 1898 y publicado en El Perú Gráfico, enaltece la exquisitez de sus helados, y aunque la autoría se desvanece en el tiempo, se podría especular que el dueño, el señor Nicolás Macera, podría ser el poeta detrás de este cántico delicioso.

¡Guerra al calor!, proclama el poeta, pues:

«Gozarán todos
Dicha cabal
Probando helados,
De “La Imparcial.»

En un contexto donde el calor limeño se alzaba como un adversario inmisericorde, «La Imparcial» surge como el refugio de aquellos que buscaban combatir la inclemencia del verano con un deleite helado. El poema, rimado en su simplicidad, canta las virtudes de este establecimiento, ubicado estratégicamente para ser un oasis refrescante en medio del asfixiante clima.

Con versos rimados y elocuentes, el poeta anónimo describe la amplia variedad de sabores que ofrece la heladería, desde la piña hasta la lúcuma, pasando por la fresa, mango y coco, despertando en el lector una irresistible necesidad de probarlos todos.

El amor por los helados en Lima no era una novedad en aquel entonces. La fábrica Donofrio de helados, fundada en 1897, ya había cautivado los corazones de los limeños con sus creaciones heladas. Sin embargo, la pregunta que surge es ¿será La Imparcial la heladería más antigua de Lima?

La primera máquina para fabricar helado que llegó a Lima. (Perú en cifras, 1904)

Sería necesaria una indagación que resaltaría la rica historia de la relación de Lima con los helados, una conexión arraigada en la necesidad de calmar la sed y encontrar alivio en la frescura de estas delicias congeladas. La fábrica Donofrio ha dejado su marca en la historia de los helados, pero «La Imparcial», con su poesía y su encanto, podría destacarse como una precursora.

Hoy, al pasear por las esquinas del antiguo cruce de Filipinas y Jesús Nazareno, ahora transformadas en la cuadra 1.ª del jirón Antonio Miró Quesada y la cuadra 5.ª del jirón Carabaya, podemos imaginar las risas, las conversaciones y los murmullos que una vez acompañaron a los clientes de «La Imparcial»

Mientras el calentamiento global no era más que un pensamiento futuro, la lucha contra el calor persistía, y los helados, ahora una tradición arraigada, seguían siendo la respuesta perfecta de los limeños.

¡Guerra al calor!, publicado en El Perú Gráfico, Lima, 22 de diciembre de 1898

¡Guerra al calor! 

Gozarán todos
dicha cabal
probando heladas,
de “La Imparcial. 

Allá en la calle 
de Filipinas,
hoy se elaboran, 
por manos finas, 
unos helados
sobresalientes 
y con magníficos 
ingredientes,
y ya que asoma 
presto el verano 
mortificante 
como inhumano,
a combatirlo, 
de gozo lleno, 
con una copa
de helado bueno. 

Los hay de piña 
lúcuma y leche
que no habrá gusto
que los deseche; 
hay imperiales 
Y de frutilla
para la joven 
y la chiquilla 
y los de fresas 
de mango y coco 
sabor tan rico
de volver loco, 
pues se repite,
por lo agradable, 
por lo sabroso,
por lo envidiable. 

Otra en Chorrillos 
tiene esta casa 
que es de la misma
tan fina raza;
se atiende a todos
galantemente
y se les sirve 
perfectamente;
para banquetes
y reuniones
muestra acertadas
disposiciones;
y si fastidia,
si no conviene
y importunarnos
la calor viene

Hallaréis pronto
dicha cabal
probando helados 
de “La Imparcial”. 


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